Pocas veces, por no decir ninguna, un aficionado del Tottenham celebraría un gol en contra de su equipo, pero eso es lo que ocurrió este martes en el norte de Londres. Cuando Haaland desabrochó el 0-0 en la segunda parte, la tensión del estadio se diluyó, tanto la de la afición del City, que veía la liga alejarse, como la del Tottenham, que no quería ayudar ni un ápice al máximo rival, el Arsenal, que confiaba en un milagro para llegar con muchas más opciones de ganar la Premier este domingo.
Y ese milagro pudo tomar forma en una primera parte bastante decente de los ‘Spurs’, que pudieron adelantarse con un remate de Bentancur que despejó Ederson con un paradón, y que dieron esperanzas al Arsenal a través de los paradones de Guglielmo Vicario, que salvó dos goles cantados a Phil Foden y a Kevin de Bruyne. Con el Tottenham resistiendo, lo que sonaba en el estadio era un cántico de «Odiamos al Arsenal«, por parte de la afición, dejando claro el descontento con el 0-0 que se vivía en el campo.
Ese miedo, a un empate que provocaría que el Arsenal dependiera de sí mismo en la última jornada, a no ser que se produjera una remontada en la diferencia de goles del City, lo despejó Haaland al empujar a la red un envío de De Bruyne. Un pase de la muerte que el belga puso en el área pequeña sin levantar la mirada del balón y que el noruego solo tuvo que acompañar con el pie para sumar un tanto más en la Premier League -lleva 27- y asegurar su segunda Bota de Oro consecutiva.